9.8.06

Entre pirómanos e incendiarios

Cuerpo a cuerpo contra el fuego¿Qué lleva a un tipo a coger una cerilla y una botella de gasolina, echarse al monte, calcular cómo puede hacer más daño y prender fuego en un sitio estratégico, donde sea más difícil el acceso de quienes luego vendrán a apagarlo? ¿Qué pasa por esa cabeza sobre todo cuando lo sigue haciendo después de ver que durante varios días sus paisanos están desquiciados, al borde de la desesperación, desbordados…? El diario La Voz de Galicia trata de explicar cómo son los que queman y para ello distingue entre pirómanos (pirados) e incendiarios (buscan un beneficio).

La situación es lamentable y tan dolorosa que la ola de solidaridad con los gallegos recorre toda España, como ocurrió con el Prestige. Son tantos los paralelismos con aquella otra catástrofe que el oportunismo político no ha desaprovechado la ocasión de hacer comparaciones, aunque la gravedad del asunto es tal que casi parece una frivolidad.

El que haya gente arriesgando su vida para acabar con el fuego y peleando por salvar sus casas no parece antídoto suficiente para que los políticos se den cuenta de que ellos no son los protagonistas, sólo los gestores de una situación de emergencia. Pese a todo, sólo entienden su trabajo como un ejercicio de discusión hueca, inútil y nada productiva, como se ve en este cruce de declaraciones que recoge El País o este de La Nueva España.

Pero las perlas que nos han dejado nuestros políticos a cuenta del desastre gallego no acaban ahí. También hay que citar la reaparición de Fraga, el supuesto desprecio a los miembros de retenes que no sabían gallego y por eso no fueron contratados, la impagable imagen del líder del PP gallego con su impoluta camisa blanca haciendo como que apaga un incendio (lo mejor de esta escena era verla en TV, donde se aprecia la legión de cámaras y fotógrafos que, casualmente, estaban allí para registrar tan espontáneo gesto), o el ‘pío, pío, que yo no he sido’ de algunos de los que tendrían que asumir responsabilidades.

Impresionante el álbum de fotos de El Mundo y las fotos enviadas a este diario por sus lectores.

3.8.06

Citius, altius, fortius y… repetitivus

Hace años, cuando aún existía el Telón de Acero, los enviados especiales de una cadena de radio española a un país del Este para cubrir un partido de la Copa de la UEFA (no recuerdo cuáles eran los equipos) comentaban, divertidos, que los dos periodistas de aquel país que iban a informar del evento se preguntaban por qué venían tantos plumillas desde España, si con que vinieran uno o dos y retransmitieran el encuentro para todos los medios ya bastaba.

El fútbol es ansí

No les faltaba razón. Si en cualquier sección de los medios la repetición del discurso informativo es cansina, las ideas originales escasean y los planteamientos diferenciados se cuentan con los dedos de una mano, en deportes estos vicios se multiplican. Lo explica con contundencia este post del blog de Pierre Nodoyuna (citado por Escolar.net).

Precisamente por la falta de originalidad y la zafiedad que tan a menudo se trasluce en este tipo de informaciones encontrar excepciones se convierte en una bendición. Uno de los ejemplos clásicos que se pone siempre en estos casos es el de Santiago Segurola, hasta ahora redactor jefe de Deportes de El País y nuevo responsable de Cultura del diario. No es fácil encontrar artículos suyos en abierto, ya que la información de esta sección que es de acceso libre en la web suele ser la del día. He encontrado este ejemplo.

También es destacable el esfuerzo multimedia de El Mundo en su sección deportiva, como se ve en este ejemplo sobre los efectos del dopaje.

En el otro extremo se encuentran prácticas como la del diario Sport de utilizar lo deportivo para adentrarse en lo rosa más cutre (estilo Tomate: desenterrar historias pasadas para darles un halo de escándalo), o la del As de recurrir a la chica ligera de ropa. En fin, cada uno vende como puede.

1.8.06

El caos de El Prat, efecto de una causa desconocida

El principio del caos


Los asuntos que ocupan las primeras de los medios, sobre todo en época veraniega (con escasez de temas, muchos becarios, redacciones que se van adaptando sobre la marcha a las ausencias vacacionales…) se magnifican hasta la náusea. Pero no es eso lo peor, sino que en todos los medios el tratamiento sea casi idéntico. El resultado es una enorme cantidad de información sobre un mismo asunto, pero clónica de unos medios a otros.

El colapso del Prat el pasado fin de semana ofrece un buen ejemplo. Las conexiones en los informativos de TV han sido constantes, y han servido para que dejar claro lo que estaba pasando: nada nuevo desde la conexión anterior.

Una vez hecho el relato de lo ocurrido con los huelguistas y de la práctica ausencia de reacciones oficiales, el resto del tiempo se llena con imágenes lamentables de gente tirada por los suelos, historias desgarradoras de familias con niños o personas mayores o enfermos a los que tratan como perros y airadísimas reacciones de usuarios que enervan a cualquiera por estar cargadísimos de razón (La Vanguardia ofrece su propia versión de esto).

En definitiva, información sobre las consecuencias de algo. Pero, ¿qué es ese algo?, ¿qué causas han provocado estos efectos? Dicho de otra forma: ¿qué piden los huelguistas? ¿Por qué han tomado una determinación tan bestia y sin avisar? ¿Realmente Iberia no sabía nada? Por muy brutos que sean los trabajadores, y sin ánimo alguno de defenderles porque lo que han hecho es impresentable, ¿no habían agotado otras vías de reclamación? ¿No será que nos quieren hacer creer que son tan animales que, para empezar a hablar, han colapsado el aeropuerto?

Telecinco dio esta primera información sobre el conflicto el día 28 de julio. Hay que ir al último párrafo para encontrar algún indicio del origen del lío, pero la redacción es farragosa para quien no sepa algo del asunto.

El medio alternativo Kaosenlared.com aborda este asunto con su vehemencia habitual, pero plantea preguntas interesantes y deja sobre la mesa algunos datos significativos sobre las condiciones de trabajo de los huelguistas.