
La situación es lamentable y tan dolorosa que la ola de solidaridad con los gallegos recorre toda España, como ocurrió con el Prestige. Son tantos los paralelismos con aquella otra catástrofe que el oportunismo político no ha desaprovechado la ocasión de hacer comparaciones, aunque la gravedad del asunto es tal que casi parece una frivolidad.
El que haya gente arriesgando su vida para acabar con el fuego y peleando por salvar sus casas no parece antídoto suficiente para que los políticos se den cuenta de que ellos no son los protagonistas, sólo los gestores de una situación de emergencia. Pese a todo, sólo entienden su trabajo como un ejercicio de discusión hueca, inútil y nada productiva, como se ve en este cruce de declaraciones que recoge El País o este de La Nueva España.
Pero las perlas que nos han dejado nuestros políticos a cuenta del desastre gallego no acaban ahí. También hay que citar la reaparición de Fraga, el supuesto desprecio a los miembros de retenes que no sabían gallego y por eso no fueron contratados, la impagable imagen del líder del PP gallego con su impoluta camisa blanca haciendo como que apaga un incendio (lo mejor de esta escena era verla en TV, donde se aprecia la legión de cámaras y fotógrafos que, casualmente, estaban allí para registrar tan espontáneo gesto), o el ‘pío, pío, que yo no he sido’ de algunos de los que tendrían que asumir responsabilidades.
Impresionante el álbum de fotos de El Mundo y las fotos enviadas a este diario por sus lectores.