18.10.06

Gobierno y oposición se hacen un lío entre lo importante y lo urgente, lo criticable y lo negociable

¿A veces es mejor dar la espalda y pasar de todo?
Hasta el manual más simple de teoría política recoge un principio que hasta ahora parecía inamovible: el presupuesto es la carta de presentación de un gobierno, su mayor compromiso (más que todo lo dicho en una campaña electoral), la plasmación más práctica posible (de hecho, expresada en números) de su capacidad de gestión y administración. En definitiva, todo. Si se aprueba, ese gobierno puede remangarse y empezar a trabajar. Si no, estará con las manos atadas y tendrá que ajustar su política al presupuesto anterior, no al revés.

Pero el debate de ayer de los Presupuestos para 2007 fue un tanto desconcertante. Primero, porque había menos de media entrada (hace años era uno de los debates estrella del año). Segundo, porque el mayor reproche que le hizo Rajoy a Solbes era que había convertido los presupuestos en un “chalaneo”. Es decir, le acusa de… negociar. Un político negociando, esto es intolerable.

El resto de críticas del líder de la oposición eran de manual: crece el déficit exterior, baja la competitividad, peligran las economías familiares por el endeudamiento… Pero el regusto que queda al final, después de leer las informaciones (clónicas) que dan la mayoría de medios es que, en el fondo en el fondo, no le parecen tan mal estas cuentas. Al menos la falta de propuestas alternativas en su discurso hace pensar eso.

Pero luego el PP anuncia una ofensiva parlamentaria con respecto al proceso de paz y se opone a cualquier iniciativa que provenga del Gobierno en materia de inmigración. Es decir, asuntos de Estado que no se resuelven no ya en un año como unos presupuestos, sino en toda una legislatura, cuestiones que deberían contar con una base común de actuación, aunque sólo sea porque los que ahora son oposición mañana heredarán esos problemas en el estado en que los hayan dejado sus antecesores.

Lamentablemente, el juego político en España se desarrolla en el campo equivocado, que es el de los asuntos que fundamentan la convivencia. Todos tendrán una parte de culpa equivalente, pero nuestra historia no demasiado lejana es suficientemente dura como para aparcar los “empezó él” y para que aprendan a pensar que su único objetivo en la vida no es ganar las próximas elecciones enardeciendo a sus bases.

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